Finalmente, empezó a aplicarme por todo el cuerpo «pindas» calientes , una especie de cebollas de tela llenas de hierbas curativas que acaban con la resistencia del más tenaz. Con los otros sentidos apagados, sólo percibía a través de la piel lo que me parecía una extraña euforia sensorial. Con sus manos ardientes, Yuko iba encendiendo los distintos segmentos de mi piel, a medida que los recorría.
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